Llegan de distintas partes del mundo tentados por la variedad y riqueza de las piezas que encuentran en provincias como Chaco, Entre Ríos y Buenos Aires. Pero también aprovechan la flexible legislación sobre el tema y las barreras aduaneras poco eficaces. Con la guía y apoyo de los lugareños y la ayuda de sofisticados detectores de metales inician la búsqueda. Una vez concretados los hallazgos, ellos mismos los sacan del país o los mandan por encomienda. La venta se concreta a través de páginas de Internet y garantiza un mercado de miles de dólares.
Por Pedro Ylarri
La masa cósmica abandona el vacío del espacio y entra en fricción con la atmósfera. La temperatura puede hacerla explotar, entonces la piedra metálica entra en caída libre, o bien sigue en combustión como una estrella fugaz, impacta en la Tierra y produce un cráter. De inmediato, cazadores de meteoritos del mundo, alertados por redes de información propias, preparan su pasaporte, llenan sus mochilas y se dirigen en búsqueda de su codiciado objeto, en cualquier país en el que haya caído, incluso en la Argentina.
La compra-venta de objetos celestes está a la orden del día en el país, garantizada por una legislación flexible y barreras aduaneras poco eficaces. Especialistas en rastrear meteoritos eligen a la Argentina no como opción turística, sino para aprovechar las deficiencias legales en la materia, y entusiasmados con la gran oferta existente en los campos locales. Dicen buscarlos por su belleza y rareza, aunque detrás existe un mercado millonario, cuyo principal vehículo es Internet.
“En el mundo están registrados más de mil meteoritos caídos en Argentina”, estimó en conversación con PERFIL un miembro de The Meteoritical Society, una organización sin fines de lucro nacida en 1933 para el estudio de materiales extraterrestres. La mayoría de estos cuerpos son de pocos gramos y fueron sacados del país en la últimas décadas. Muchos de ellos cayeron en Campo del Cielo, un terreno ubicado entre Chaco y Santiago del Estero. Allí se encuentra El Chaco, el segundo meteorito más grande del mundo, una pieza de 37 toneladas codiciada por coleccionistas y museos, que se estima aterrizó hace unos 4 mil años. En 1990 y 1996 descubrieron in fraganti a dos coleccionistas que deseaban exportarlo, pero no fueron detenidos, ya que no infringían ninguna ley.
En Campo del Cielo fueron hallados 26 cráteres de gran tamaño, y algunos formaron con el tiempo lagunas o quedaron bajo tierra. El noroeste argentino, la Patagonia y provincias como Entre Ríos y Buenos Aires son lugares privilegiados por los llamados “meteorite hunters”. Hasta allí llegaron en los últimos años los dos cazadores de meteoritos más célebres del mundo: Robert Haag y Michael Farmer. Ambos venden las piedras on line, algunas de las cuales pesan más de 200 kilogramos.
La naturalidad con la que se manejan es asombrosa: se los ve a ellos mismos en el país, comiendo asados con los lugareños, y utilizando detectores de metales sofisticados arriba de cuatriciclos. Algunos de los meteoritos en vidriera no entran en valijas y su peso excede con creces el permitido en las aerolíneas. Su autenticación se realiza en laboratorios de la NASA o en museos especializados de Estados Unidos. Allí, en 2006 la prestigiosa casa de remates Bonhams de Nueva York vendió en 90 mil dólares un meteorito chaqueño de 161 kilos, comprado por Haag en la Argentina y que era parte de la colección Macovich, la más grande del mundo.
Dos coleccionistas norteamericanos coincidieron en afirmar a PERFIL que las “mayores rarezas de la Argentina ya no se encuentran allí”. Se refieren al meteorito El Esquel, llamado “pallasite” por su composición de hierro pedregoso. “El Esquel es 50% níquel-hierro y 50% olivino, una piedra cristalina verde semipreciosa. Cuando es cortado en láminas y pulido, es translúcido y excepcionalmente hermoso. Es además muy costoso: su precio oscila entre 25 y 40 dólares por gramo, es más costoso que el oro”, explicó a este diario Geoffrey Notkin, de Aerolite Meteorites, una firma especializada en el tema.
El Esquel, que pasaba los 755 kilogramos, fue hallado por un granjero en 1951 en la ciudad chubutense homónima, y se estima que los últimos fragmentos fueron llevados al exterior a fines de los 90. Otros meteoritos argentinos con fuertes cotizaciones en el extranjero son El Sampal (Chubut) y el Laguna Manantiales (Santa Cruz). “Estos son meteoritos muy raros, de hierro, y es inusual verlos ofrecidos a la venta”, añade Notkin.
Legislación flexible. ¿Cómo hicieron para sacarlos del país; no tuvieron ningún inconveniente?, preguntó este diario a un coleccionista local, que aseguró tener cien piezas. Su respuesta fue otro interrogante: “¿Por qué habríamos de tener problemas?”.
La venta de meteoritos está prohibida en Chaco desde 1990, y limitada en el país desde agosto pasado, cuando las piedras cósmicas fueron declaradas bienes culturales. El proyecto, elaborado por la ex senadora Alicia Mastandrea, impone algunas regulaciones para la comercialización de cuerpos celestes, pero no prohíbe la venta. Un asesor de la legisladora explicó que “con este título, ahora los meteoritos todavía pueden ser vendidos, pero deben servir a la investigación o a la difusión, entre otros requisitos”.
Aerolite Meteorites y The Meteoritical Society, además de otro coleccionista que pidió reserva de su nombre, afirmaron conocer que en el Chaco existe cierta legislación sobre el tema. Según afirmó el coleccionista, son “personas cercanas a Campo del Cielo las que los venden”. La empresa, registrada como “mayorista de diarios y revistas”, adquirió el predio hace dos décadas en 35 mil pesos, y en forma reciente perdió un juicio contra el Estado chaqueño por la propiedad de los meteoritos. Sus propietarios no respondieron a los insistentes llamados de PERFIL.
“El valor es incalculable”, señaló a PERFIL Mariano Peter, de la Asociación Entrerriana de Astronomía (AEA) y uno de los que denunció el tráfico de meteoritos. “Se han encontrado en ellos aminoácidos, también llamados bloques de la vida, que permitirían conocer si el origen de la vida en la Tierra proviene del cielo. También está el valor cultural”.
La relación entre identidad y meteoritos fue estudiada en la Universidad Nacional de La Plata por Sixto Giménez Benítez, Alejandro López y Luis Mammana, quienes aseguran que el Campo del Cielo era conocido por los tobas y mocovíes residentes en la zona. Los indígenas le rendían culto al Mesón de Fierro, el meteorito de mayor tamaño, luego “extraviado”, que consideraban un desprendimiento del Sol. La primera expedición colonial al lugar data de 1576.
Siglos después, los meteoritos argentinos hacen furor en la Web. Decenas de páginas los ofrecen a la venta y los envían a domicilio. Peter asegura que “tiene que existir complicidad de la Aduana” para transportar piedras de cientos de kilogramos.Para los cazadores de meteoritos y coleccionistas, en cambio, el “correo tradicional” es el más efectivo. Son enviados a Estados Unidos, donde la venta está permitida; y en el caso de las piedras valiosas, son fragmentadas en el país y llevadas como “recuerdo” en pequeños bolsos de mano.
Así de fácil fue para Michael Farmer llevarse fragmentos del último meteorito que cayó en Argentina. Fue en la ciudad de Berduc, Entre Ríos, en mayo de este año. Llegó días después de la caída y a la semana siguiente tenía el relato de la expedición subido a Internet.
El control del tráfico en el mundo
La legislación sobre el tráfico de meteoritos es desigual en el mundo: mientras que algunos países incentivan la búsqueda de los coleccionistas, otros prohíben su venta o exportación.
En Estados Unidos y Japón, los cuerpos celestes son propiedad del dueño del campo en donde el meteorito ha caído, que puede venderlos y exportarlos en forma legal. En este sentido, si las piedras son halladas en tierras fiscales, la propiedad es del gobierno federal, aunque existe un incentivo económico a quien lo encuentre. En Estados Unidos, el Smithsonian Institute tiene el privilegio de compra para los meteoritos caídos en terrenos públicos.
Si bien con limitaciones, la provincia del Chaco, en Argentina, e India tienen las leyes más duras respecto de los hallazgos, ya que indican que todos los meteoritos son del Estado, que no pagará a quien lo encuentre. Los coleccionistas consultados por PERFIL indican que leyes de este tipo “limitan la búsqueda” y promueven “el tráfico”, porque “nadie querría revelar un hallazgo”.
En Australia, el Estado promueve la búsqueda con incentivos a los llamados “cazadores de meteoritos”, aunque en caso de hallazgos ostenta la propiedad y sólo permite su traslado a museos. Para la legislación canadiense, en cambio, los bienes culturales pueden ser vendidos y son de quienes los encuentran. Para exportarlos, sin embargo, debe contar con un permiso de un directorio federal y esperar seis meses, período durante el cual pueden ser comprados por museos locales a precios promocionales.
Ficha del artículo:
Título original: Cazadores internacionales aprovechan la legislación flexible, Más negocios con meteoritos argentinos.
Fecha de publicación: 17 de Agosto de 2008
Medio: Diario Perfil, Buenos Aires, Argentina
Link: http://www.diarioperfil.com.ar/edimp/0287/articulo.php?art=9246&ed=0287
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