El presidente ecuatoriano, protagonista de un rescate cinematográfico, es –al mismo tiempo– católico y marxista, y simpático y agresivo, entre otras paradojas de su personalidad. Admira “la belleza y la inteligencia” de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner.
Por Pedro Ylarri
Ferviente católico y declarado marxista. Talentoso orador, se valió de los medios para llegar al poder y ahora los persigue. Magister de la Universidad de Illinois y enemigo de Estados Unidos. Cómico y agresivo a la vez. Todas estas disyuntivas y aparentes contradicciones, entre otras muchas, forman parte del perfil de Rafael Correa, el presidente de Ecuador protagonista de la epopeya casi cinematográfica que mantuvo en vilo este jueves a gran parte del continente.
Para periodistas y analistas políticos del primer productor de bananas del mundo, sin embargo, no fue una sorpresa, y todo lo que pasó y vivió el mandatario tiene que ver con su personalidad y su manera de llevarse con el mundo. Al menos, así lo ve Rubén Darío Buitrón, uno de los periodistas ecuatorianos que más siguió a Correa desde sus comienzos en la política.
“El presidente tiene una personalidad bastante peculiar por la que nunca se echará para atrás, le cuesta muchísimo admitir un error; tiene un carácter autoritario, tanto como persona como en su faceta política, y simplemente no le gusta que lo contradigan”, declara Buitrón a PERFIL desde Quito, sede del periódico El Comercio, en donde trabaja. “En ese marco –agrega– era de esperar que no se iba a quedar quieto ante el reclamo de los policías.”
Para Buitrón, hacer lo que hizo Correa cuando caminó decidido al cuartel sublevado era “un dibujo perfecto de su personalidad… a muy pocos se les hubiera ocurrido desafiar a la Policía; y no sólo porque estaba en peligro su vida, sino porque ponía así en riesgo la estabilidad del sistema político”.
El hombre de la semana. Cuando el economista, profesor, cristiano confeso, ex ministro de economía, socialista, bolivariano y férreo opositor de Estados Unidos Rafael Correa asumió como presidente de Ecuador, en enero de 2007, su máxima y última función en ese cargo sería, justamente, lograr terminarlo. Detrás dejaba a otros seis dirigentes que desde hacía una década gobernaban Ecuador durante varios meses para, inexorablemente, caer en manos de feroces rebeliones populares o golpes de militares e indígenas.
La temible cronología inspiró a Correa a arrancar su gobierno con fuertes reformas y promesas para incorporar a Ecuador a la “América latina socialista del siglo XXI”; y en su campaña para desterrar el neoliberalismo y lanzar la “revolución popular”, se vio beneficiado por su carácter seductor y amiguero, de buen discurso y entonación, y un pasado de hombre más cercano a la gente que a la política, declarado una y otra vez cristiano, y defensor de su rol de padre de familia.
“El se denomina cristiano y a mí me consta, es un católico practicante, una convicción un tanto extraña cuando se autoproclama de izquierda y, a veces, de izquierda marxista”, destaca Buitrón. “En realidad, hace a su personalidad saber decir lo que el público quiere escuchar; es como esos comediantes que saben interpretar cómo el público es y actúa en consecuencia”, agrega.
Correa comparte un detalle curioso con el ex presidente de Perú Alejandro Toledo, quien se encuentra en sus antípodas políticas: ambos están casados con mujeres de origen belga. En el caso del ecuatoriano, lo está con Anne Malherbe, a quien conoció durante sus estudios en Ciencias Económicas en la Universidad Católica de Lovaina, la Nueva (Bélgica). Con ella tiene tres hijos.
El mandatario supo conquistar a parte de los ecuatorianos diciéndose pobre y devoto del Dios católico. Nació, en efecto, en un hogar humilde en el puerto de Guayaquil, en una familia de “clase media baja” según él la define. Pudo estudiar gracias a becas oficiales y de Estados Unidos. Según su madre, Norma Delgado, quien enviudó cuando Rafael apenas superaba la mayoría de edad, “el sentido de justicia le afloró desde niño”. Lo ejerció siendo boy scout.
La vida lo encontró presidente a los 43 años y amigo del venezolano Hugo Chávez (sus detractores lo llaman con sorna “Quico… amigo de Chávez del Ocho”), quien entonces sostenía su revolución socialista regional con la popularidad que ascendía en forma directamente proporcional al precio del barril de petróleo, que subiría ese año a los 100 dólares. También declaraba su afinidad con Néstor Kirchner y Luiz Inácio Lula Da Silva.
Según los ecuatorianos, Correa se parece a Kirchner, por ejemplo, en su trato con los periodistas. Cuenta el escritor ecuatoriano que al mandatario le molesta cuando le hacen preguntas incómodas y se ha distanciado mucho de los medios, pese a que han ayudado a instalarlo como un “outsider” de la política. Dice Buitrón que Correa “califica de buenos periodistas a los que no le complican la vida y a los que le dejan hablar, el resto son todos malos”.
De Chávez ha copiado “mucho más”, dice, como el programa Enlace ciudadano, que aparece los sábados en la televisión estatal, “en el que hace una especie de rendición de cuentas de su semana como presidente, aunque termina contando qué come, en dónde y cómo durmió, a quién conoció o en todas las cosas en las que ha estado pensando”. De Lula Da Silva, copió en cambio su estratégica relación con los gremios y los indígenas –aprendió incluso idiomas aborígenes– y a seducir en clave emocional a los simpatizantes que lo apoyan, agregó.
El mundo comenzó a saber quién era Correa en la primera vuelta electoral, cuando abandonó su faceta técnica en el Ministerio de Economía del gobierno que lo antecedió –el de Alfredo Palacio, quien asumió luego de una revuelta popular contra Lucio Gutiérrez– y llamó “muy torpe” a George W. Bush. Su entonces rival, Alvaro Noboa, lo llamó “diablo comunista” y él respondió que no era prepotente, sino apasionado. ¿Qué más dice Rafael Correa de Rafael Correa?
“Soy un humanista, cristiano, de izquierda”, afirmó días antes de ganar las elecciones. “Soy humanista” porque “para mí la política y la economía están al servicio del hombre”, añadió. Dijo también que es “cristiano, porque me nutro de la doctrina social de la Iglesia” y “de izquierda, porque creo en la equidad, la justicia y la supremacía del trabajo sobre el capital”. A Correa le encanta hablar y hacerlo en público, y lo hace en inglés y en francés, y con ciertas dificultades en idioma quichua, el que aprendió viviendo con los indígenas de esa comunidad en su rol de “misionero voluntario”.
Primeros pasos. Correa tuvo una acelerada carrera política y prácticamente no era conocido en la escena pública hasta abril de 2005, cuando fue llamado para ocupar la cartera de Economía y Finanzas de Alfredo Palacio. Antes que eso, Correa era economista y su lugar de trabajo eran las aulas y universidades. Cursó sus estudios primarios en el colegio San José La Salle de la costera ciudad de Guayaquil, donde –contó en varias oportunidades– jugaba con sus compañeros a emular un gobierno en el que él siempre era presidente.
Con apoyo económico, Correa se recibió de economista en 1987 en la Universidad Católica de Santiago de Guayaquil. En 1991, obtuvo un máster de Artes en Economía en la Universidad Católica de Lovaina la Nueva (Bélgica), luego, en 1999, consiguió otro máster de Ciencias en Economía en la Universidad de Illinois y en 2001, finalizó el doctorado en Economía allí mismo, además de ser instructor.
Entre 1987 y 1988 fue parte de las misiones salesianas en Zumbahua, Cotopaxi, donde dirigió un proyecto de desarrollo económico rural para comunidades indígenas. Siendo ministro de Economía, su nombre comenzó a aparecer en los medios, desde donde empezó a tener arraigo en la sociedad la paradoja del instruido joven economista cristiano de izquierda y simpatizante del modelo chavista que quería hacer una revolución popular.
Correa lanzó su campaña presidencial con la irónica consigna de dar “correazos” a la corrupción, y mientras caía simpático con ella comenzaba a hacerse popular su férrea oposición al Tratado de Libre Comercio (TLC) de Ecuador con Estados Unidos, así como el rechazo a la renovación de la base militar estadounidense en la localidad de Manta.
El 15 de octubre de 2006, Correa salió segundo en las elecciones presidenciales detrás de Alvaro Noboa, del Partido Renovador Institucional Acción Nacional (Prian). Pero en la segunda vuelta, el 26 de noviembre, fue electo con 56,67 por ciento de los votos. El 15 de enero de 2007 juró en el cargo.
Ficha del artículo:
Título original: Otro líder tropical que despierta amor y odio
Fecha de publicación: 3 de octubre de 2010
Medio: Diario Perfil, Buenos Aires, Argentina
Link: http://www.diarioperfil.com.ar/edimp/0509/articulo.php?art=24670&ed=0509
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