PREPARAN LOS VECINOS DE VILLA
DE MERLO LA TEMPORADA ESTIVAL
Por Pedro Andr,s Ylarri
VILLA DE MERLO, San Luis, nov 9 (DyN, enviado especial) – Los
16 mil vecinos de Merlo que habitan en el valle de las Sierras
Comechingones, al noreste de San Luis, practican por estos días el arte de la espera y preparan la temporada estival, que traer a la ciudad casi veinte mil turistas y llenar las arcas del pueblo para subsistir el resto de año.
En una localidad en donde el ciento por ciento de la población vive en forma directa o indirecta de lo que dejan sus visitantes, las actividades para atraer forasteros comienzan desde muy temprano, desde la capacitación, la construcción de moradas de calidad y el diseño de rutas turísticas.
En Villa de Merlo, tercer microclima del mundo y única
comunidad desertora de la administración de los hermanos Rodríguez Saa, «los vecinos trabajamos todo el año, y así como en la costa pintan los balnearios, ac todos nos ponemos de acuerdo para hacer de Merlo el mejor destino», dice a DyN el intendente Sergio Guardia.
La opción de «ser los mejores» que trata de difundir el jefe
comunal, un profesor de gimnasia nacido frente a la iglesia
principal cuando los vecinos se contaban en centenas, se plasma en cada uno de los lugareños y se reconoce en la amabilidad de quien atiende a un grupo de periodistas que visitan el lugar.
M,dicos, jardineros, guías de turismo, criadores de chivos,
recolectores de residuos, obreros de la construcción, cuidadores de caballos y hasta el conserje del hotel principal practican, adem s de la preparación, el arte de la espera.
En Merlo, incluso, olvidan por estos días la distinción entre
los «Nyc» (nacidos y criados) y los «Vyq» (venidos y quedados),
forjada tras dos olas migratorias en los setenta y en la última
d,cada, que convirtió a los baqueanos autóctonos en minoría y a los bonaerenses en el ochenta por ciento de la población.
Ejemplo de la amistad lograda entre los dos grupos es la
empresa de Gabriel Zeni, nacido en el pueblo, y de Pedro Strelin, un porteño que vivió la mayor parte de su vida en Córdoba. Los dos, antes competencia, ahora comparten las ganancias que da el turismo aventura en las montañas.
La paciencia, otra virtud que se cultiva en el lugar, radica
en la comprensión de que la mayor ventaja competitiva es un
ambiente natural único, que no permite bruscas modificaciones, sino que se plasma en lo artesanal y en lo impoluto.
El vasto corte de las sierras Comechingones, límite natural
del noreste puntano con la provincia de Córdoba, permite realizar actividades de montañismo, de vuelo libre (es uno de los escenarios preferenciales para el parapentismo mundial), así como cabalgatas, trekking, montain bike y de observación de aves.
La cercanía de Villa de Merlo con puntos estrat,gicos del
norte de San Luis hace, adem s, que no queden huecos para el turismo cultural e histórico: minas explotadas durante la segunda guerra mundial permanecen abandonadas junto a asentamientos urbanos fantasmas, escondidos en la sierra e int ctos desde que los cuatro mil mineros que las habitaban debieron marcharse sólo con sus pertenencias personales.
A pocos kilómetros de Merlo se puede comer un chivito con
empanadas en lo del «Tanto» Albornoz, un baqueano con la piel gastada por el sol, que cría hasta cien cabritas en lo m s alto de las sierras Comechingones, donde hasta ,pocas de la conquista habitaba una comunidad indígena homónima, cuyas reliquias culturales permanecen escondidas en la zona.
Existen adem s, en este pueblo, vecinos cocineros que ofrecen
un buen t, de hiervas con torta, y artesanos venidos del resto del país o nacidos a la vuelta que, con disimulo, tejen un poncho criollo, arman una cesta, pican piedras de colores y esperan la venida del ajeno.
PAY JC